Monday, Jan 13, 2025

Fallece el compositor Alejandro Yagüe

Escribo este post en castellano tras conocer la noticia del fallecimiento de mi querido maestro, el compositor Alejandro Yagüe, quien fuera mi profesor de Composición en Salamanca durante los años 2001 a 2006. Siempre guardaré el hondo recuerdo de una persona dedicada, generosa, quien rezumaba bonhomía y creatividad por los cuatro costados. Te vamos a echar muchísimo de menos. Un abrazo cósmico allá donde estés, ¡buen viaje!

 

 

No me resisto a mencionar a continuación, a modo de panegírico, un texto que he utilizado en algunas de mis conferencias y presentaciones sobre la música y el semblante de mi maestro. Sorprende en gran medida que el compositor Alejandro Yagüe (1947 – 2017) siga siendo, aún hoy, el gran genio español desconocido de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del siglo XXI. A la misma altura que otros dos descomunales Antonios, tan venerados por él, burgaleses, castellanos y universales como él, Antonio de Cabezón, ciego de nacimiento y predilecto de Felipe II, y su admiradísimo y alter ego creativo por más de tres décadas, Antonio José Martínez Palacios, más allá de su querido Burgos la gran figura de Alejandro Yagüe parece difuminarse en la imagen de un autor injustamente reconocida como menor, anclada en el ámbito de la música coral, cuando la realidad nos dice todo lo contrario.

 

 

Nos acaba de dejar este hombre de carácter afable, sencillo, modesto y generoso hasta la médula, de una afiladísima inteligencia, creatividad desbordante, humor confidencial y bondad infinita. Tal vez, el apego por su ciudad y el desapego por sí mismo no hayan contribuido, como debería haber sido, a proyectar extramuros la obra y figura de un compositor que se formó en los cenáculos europeos más importantes de la música de creación. Yagüe sentía una pasión por la voz humana y era capaz de crear, como nadie, un clima de fraternidad a través de los coros. Y, sin embargo, ello no ha contribuido a reconocer su figura como un compositor de primera fila, cuya paleta más expresiva y poderosa se encuentra en los ámbitos, además del coro, del mundo sinfónico-instrumental, e incluso en el dominio de la música electroacústica.

Yagüe es el gran especialista mundial de la música coral. Sus piezas son interpretadas por coros de las más diversas latitudes, de todos los rangos profesionales y múltiples nacionalidades, transmitiendo los valores de la lengua castellana allende los mares. La música coral de Yagüe se caracteriza por poseer una virtud comunicativa enraizada, de manera muy importante, en el canto del folclore castellano, a través del canal conductor del Cancionero de Olmeda. La tierra le sirve de sustrato creativo para reinventar demiurgos sonoros vocales llenos de ternura y luminosidad. Sirva como ejemplo sus celebérrimas Spanish Folk Songs, por citar una de sus numerosas obras corales. Al mismo tiempo, y apelando a nuestras raíces antropológicas, su música también se nutre –y este hecho no es menos importante- de la utilización racional y poética del espacio escénico como instrumento policoral, elevando la experiencia del concierto a la categoría de ritual. A menudo, en sus composiciones podemos rastrear la senda de los polifonistas venecianos del XVI, quienes dividían la masa de cantores en múltiples formaciones, colocándolas estratégicamente alrededor de los que escuchan. “En la música siempre hay que enredar”, solía decir en sus lecciones. “La verdadera máquina de componer es la goma de borrar”, otro axioma cotidiano que caracterizaba su faceta de incansable trabajador y perfeccionista extremo. Son frases que pervivirán para siempre a fuego en la memoria de quienes tuvimos la suerte de conocerle de cerca y recibir sus enseñanzas.

Pese a las connotaciones guerracivilistas de su apellido, que nada tienen que ver con el otro Yagüe, Alejandro fue un espíritu inquieto, luminoso, además de un luchador encarnizado por la cultura. Yagüe inició su particular periplo por Europa a mediados de los años 70, con apenas treinta años, tras ganar el Premio de Roma de Composición. Allí, en Roma, estudió con Goffredo Petrassi, con quien mantuvo una relación muy afectuosa hasta la muerte del creador italiano. De Petrassi capta toda una imaginería sonora muy vinculada al uso del espacio, mediante una aproximación melódica al hecho musical, un gusto por el redescubrimiento de la sonoridad y una actitud moderna hacia la composición. Posteriormente se traslada a Colonia para estudiar durante cuatro años música electrónica en la Musikhoghschule, aprendiendo los rudimentos de la artesanía analógica, heredera de la escuela de Karlheinz Stockhausen y Gottfried Michael Koenig.

Un hecho desconocido por muchos es que Alejandro, a su vuelta de Europa, fue el primer y principal impulsor que promovió, con una fe inquebrantable, la creación de la actual Orquesta Sinfónica de Castilla y León. En respuesta a una carta de 17 de mayo de 1982 dirigida al Director de Radio Televisión Española del momento, Carlos Robles Piquer, este anima a Alejandro en su determinación y perseverancia para, ni más ni menos y motu proprio, constituir la que posteriormente sería la Orquesta Sinfónica de Castilla y León.

 

 

Defensor a ultranza de su tierra, y especialmente, de su ciudad, Alejandro Yagüe en los últimos veinte años de su vida se encomendó a dos grandes proyectos, titánicos por igual. Por un lado, la recuperación de la ópera El Mozo de Mulas, del gran compositor del modernismo español, junto con Manuel de Falla, Antonio José. El libreto de esta ópera está basado en una de las estampas extraídas de El Quijote. Yagüe orquestó, con un denuedo tremendo, todas las partes dejadas inconclusas por Antonio José. Fue tal la fusión entre ambos autores, que apenas se distingue sobre la partitura la caligrafía del uno sobre el otro, como tampoco existe fisura alguna en el modo de tratar la orquesta, consiguiendo un gran trabajo de recuperación de la obra de Antonio José.

El otro gran proyecto de Alejandro fue, de nuevo, una investigación operística, pero esta vez de carácter musicológico y atendiendo al gran repertorio europeo. Esta investigación tendrá como resultado la publicación póstuma durante el presente 2017 de la monografía Burgos en 171 óperas. A través de esta investigación, Alejandro demuestra que la ciudad de Burgos aparece citada, de manera directa o indirecta, en al menos 171 óperas. Uno de los casos más significativos, el cual motivó el hilo de toda la investigación posterior, fue la cita de la palabra Burgos en el texto cantado por una de las protagonistas, Doña Elvira, en la ópera Don Giovanni de Wolfgang Amadeus Mozart.

 

 

Además del Yagüe atento a sus raíces culturales, y el Yagüe de tradición centroeuropea, existe una tercera faceta del compositor apenas conocida, posiblemente la más grandiosa y expresiva. Alejandro Yagüe establece, a lo largo de toda su vida creativa, si bien desarrollada con más intensidad en obras compuestas durante sus años maduros en el cénit de su producción, una relación de fascinación constante por las estrellas y por los planetas. En todas ellas, el maestro parece invocar, como fuente de inspiración, una mirada ascética hacia la inmensidad del cosmos, invitando al oyente a experimentar la metempsicosis y a iniciar un viaje astral hacia mundos recónditos a través del sonido. Tal fascinación, que se vio impregnada en un gran número de obras, la mayoría de ellas no estrenadas o incluso inéditas, contribuirá, sin ningún atisbo de duda, a revaluar y posicionar internacionalmente la figura de Alejandro Yagüe como genio indiscutible de nuestra contemporaneidad. Este será nuestro cometido, a modo de cruzada personal, de aquí en adelante: dar a conocer este valiosísimo repertorio a la humanidad.